1ª ENTREGA





....... A Piedad, antes de cumplir la mayoría de edad, un hombre le respiró en la cara y se desplomó confusa entre la sombra masculina y el olor a aguardiente... Por el Atrio corre el aire, llega desde de la calle Conejo, hace bailar a la veleta del campanario de la iglesia y continúa camino por el callejón del Tupío abajo hasta la calle Llerena, allí vuela hasta la rivera y juega a mecer las hojas de los chopos, el aire es así de impredecible y caprichoso. A Piedad estas carambolas del viento le son indiferente porque ella vive en la calle Olivo y por allí el único aire que transita es el que sube de la plaza , y como la calle se va abriendo hasta hacerse el doble de ancha cuando llega al Atrio, su presencia se nota menos.

-Chacha... ¿Onde tas metio, que llevo toa la tarde más sola que la una?

Le dijo la tía María mientras intentaba darle una vuelta al brasero para atizar el picón a medio encender.

-!Jodeee!... Me sa metio la badila endebajo de la mesa y no alcanzo a la puñetera...!Anda hija... Mete tu la mano y sácala!... Y quita ese tufo que me tiene ajumá.

Piedad se agachó y mirando a María movió a un lado y a otro la cabeza, mientras musitaba:
-!Ya te vale tita... siempre lo mismo!

-Niña enchufa la aradio que escuchemos la novela. Anda, anda ve a la cocina y traete llena la jarrita de agua. ¿Que hay por la Plaza?... Venga, que ya son las cinco, enchufa la radio.

Esta retahíla era la de todas las tardes. Piedad estaba acostumbrada así que no hacía caso, sólo se limitaba a poner la radio y sintonizar Radio Badajoz, Emisora Sindical. Los discos dedicados estaban a punto de terminar, todas las tardes las mismas canciones y casi las mismas felicitaciones, con voz de pito decía Manolo Pérez, el locutor más popular de la emisora: “ Para Dolores en las Huertas de Usagre, con mucho cariño, en el día de su santo, por ser la mejor amiga del mundo, deseándole que sea feliz y encuentre pronto novio... de parte de su vecina Josefita".
-¡Hui, niña!... ¿Quien es esa?
-!Oi tita¡... ¿Quien va a ser ?... La hija de Guillermo, ¿no ves que hoy es Viernes de Dolores y celebran el santo muchas mujeres?
-Pero... ¿Guillermo el de la huerta?
-Si, tita... Y quien la felicita es Josefita, la mujer de Escurca, que vive en la huerta más parriba.

-A po sí, será, pero... Chacha, ¿Esa no hablaba con un muchacho?

-Pué que sayan dejao... esa huerta está mu lejo pa ir toas las tardes verla... ¡Se habrá cansao el mocito!

Después de unos anuncios de publicidad de grandes almacenes que estaban de rebajas y del anuncio del colacao que toda la gente tarareaba cuando empezaba el negrito a cantar, sonó la sintonía de la novela, aquella música con la que comenzaba el serial, después de más de cien capítulos, era tan reconocible por todos como la cancioncilla del colacao.

!Ya empieza, ya empieza... Pssss... Callaté!

A Piedad no le gusta sentarse a escuchar la radio, y menos la novela, eso de irse imaginando a los personajes, como van vestidos, sus gestos, los lugares... y todos los detalles, le supone un esfuerzo mental que la fatiga y le da sed. Aún así, permanece sentada en la camilla mirando el aparato de radio, riéndose por lo bajo de los gestos que hace María con su cara, especialmente con los labios, da la sensación que sabe lo que van a decir en ese preciso momento, sin darse cuenta hace un doblaje perfecto, sobre todo del narrador, es como si ella también fuese inventando la novela frase a frase.
Después de aquella media hora, tía María mandaba a Piedad a la cocina:

-Venga, venga... En la alacena, en canasto... Endentro de la ciambrera hay tres perrunillas... Anda, anda tráete una.
Piedad, de mala gana, va a la cocina y trae el dulce en la palma de la mano. Cuando llega a la sala, María le dice:

-¡Chacha chacha... menos mal que no hay visita!... Traer en la mano la perrunilla... ¡Como si no tuviésemos platos en la casa... Jomia, no sé cuándo va a darte cuenta de las cosas...chacha chacha!

-Bueno... tita... ¡No me he dao cuenta... !Coge la perrunilla antes de que me se caiga al suelo...¡ Que ya sabes que soy una manirota !
-Sí trae, trae porque estas hoy de un pavisoso...

María partió, con mucho cuidado, la perrunilla en dos mitades, dándole a Piedad la que tenía más clara de huevo y azúcar.

-Gracias tita, ¿Te traigo un vasito de agua?
-No hija, déjalo, no tengo sed... ¿Y tu madre sigue sin escuchar la novela?
-Si, tita, ella después de los discos dedicados desenchufa la radio y se va al patio, allí se entretiene con las macetas.
-¡Menuda diversión... cuidar las macetas!, ¡A mí se me mueren todas!
-Tita si vieras las macetas que tiene Gregoria la Pelicha en la puerta de la casa...
-¿En la huerta?, ¿Cuando has ido tu por las huertas?, ¿Con quién? ¿Lo sabe tu madre?...Mira, mira...
-¡Que he ido con mi madre!, fuimos a la Huerta de la Noria a darle el pésame a María Morringa, y de camino bajamos hasta el Molino Blanco... Por ver la rivera.
-Ah, bueno... ¿si es así?
-¿Tardará mucho el tito?
-No, ya está al caer porque son más de las cinco y media, y ya sabes que le gusta, cuando llega del campo, descansar una miaja antes de bajar a la plaza.
-Si, yo lo veo en La Campanera jugando a las cartas, cuando paso por la puerta del bar las tardes que voy de paseo con mis amigas.
-¿Que aire hace hoy, no?
-Si, es un aire zafreño que trae tormenta, cuando venía vi un resplandor por encima de los tejaos, y después ya has oído como, de vez en cuando, rechinaba la radio, si suena así mi padre dice que es porque hay tormenta.
-¡Que ricas están las perrunillas!
-Sí, están mu buenas, es que Genara le pone el anís justo y poquita canela.
-Mañana compraré otra media docena.
-Pero si te quedan todavía dos... se te van a poner duras.

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